martes, 3 de mayo de 2016

Un campeón con plantel de saldo y con un técnico arrinconado

na plantilla extremadamente ajustada a un presupuesto limitado, el ingenio y la experiencia de un técnico al borde de la jubilación y la visión de un forofo asiático, multimillonario, han agitado en esta última temporada el mundo del fútbol y toda la teoría en la que se amparan los grandes clubes. La conquista de la Premier por el Leicester ha devuelto el romanticismo y la magia al deporte. Más aún en una especialidad tan profesionalizada y tan sometida como el fútbol. Una casualidad, un cese inesperado, el del técnico Nigel Pearson en el verano pasado, en plena pretemporada, rescataron del olvido al italiano Claudio Rainieri. El preparador romano, que se dejó ver previamente a las órdenes de la selección de Grecia, en la que permaneció, sin éxito, durante cuatro meses, acumulaba un año en el paro.

El precio total de la plantilla del Leicester no alcanza los 55 millones de euros. Los responsables de la entidad hicieron piruetas contables en su día para apañar un plantel que, inicialmente, fuera capaz de sostenerse en la Premier. Ahora, gran parte de sus futbolistas han multiplicado su valor. El portero danés Kasper Schmeichel costó al Leicester 1,7 millones de euros. Danny Simpson 2,5 y el jamaicano Wes Morgan 1,1. Por el alemán Robert Huth el club pagó 4,2 millones. El defensa austríaco Christian Fuchs, procedente del Schalke, y el centrocampista Marc Albrighton llegaron libres. No hubo que pagar nada por su llegada. El argelino Riyad Mahrez, sensación del equipo, y Danny Drinkwater, se comprometieron con el club por menos de un millón. Los mayores desembolsos los realizó por el japonés Shinji Okazaki (11 millones), al que fichó del Maguncia, y por el francés N’Golo Kanté (9 millones al Caen). Jamie Vardy, el máximo goleador del equipo, reforzó a los ‘foxes’ por 1,4 millones de euros. El atacante del Leicester ha alcanzado el final de curso con 22 goles en su mochila y la condición de internacional con Inglaterra ya en su currículo.

Procedente del fútbol aficionado, nada hacía presagiar una dedicación profesional con el balón en los pies y el gol entre ceja y ceja. El caso de Vardy es de esos que ocurren solo muy de vez en cuando.

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